Felipe Olivares León
Claudio Vilches Maturana
Felipe Olivares León
Claudio Vilches Maturana
La Quinta Normal es un lugar simbólico de la ciudad de Santiago. En su corazón mora un parque del mismo nombre el cual, entre museos, el gigante esqueleto de una ballena, árboles nativos y verdes pastos, esconde un oscuro pasado. Entre senderos y bosques habitó la muerte. Al parque lo observa desde la vereda lateral el Museo de la Memoria, baluarte institucional de la memoria de un país que interpela a ese pasado de horrores que alguna vez rondó los alrededores de la Quinta.
La Quinta Normal no solo guarda los vestigios de un pasado adscrito a los museos que lo componen, sino a un recuerdo de país, que avanzó con el devenir convulsionado y tecnológico del mundo moderno, sus espacios guardan los gritos, lamentos y angustias de un centenar de personas que luego del golpe de Estado del año 1973 perdieron la vida en total impunidad y bajo excesos inimaginables. De algunos de ellos, aún no sabemos su paradero. ¿Dónde están?
Al costado norte del parque, por la calle Santo Domingo, se ubica uno de los liceos emblemáticos de la capital, el que otrora fuera cuna y semillero de pensadores, políticos, y personalidades de la República: el Internado Nacional Barros Arana. Esta institución no solo guarda nostalgia y orgullo de su pasado glorioso. También guarda secretos, historias no contadas.
La memoria es obstinada y en ocasiones se resiste a quedar entre el olvido de las hojas del otoño, que fallecen y se secan, sin dejar huella. Memoria, ese concepto no localizable, vinculado a lo más profundo de nuestras experiencias particulares; irremediablemente compartida por un grupo de personas que genera sentido de identidad, pertenencia, cultura. Un conflicto del Chile actual.
Casi como un rumor o mito, por tradición oral, entre alumnos se habló de que en el colegio se había matado gente, que fue centro de detención y tortura. Uno más entre tantos lugares que la Dictadura de Pinochet utilizó para reprimir, torturar y exterminar a compatriotas. Hasta el día de hoy es una verdad que se rehúye, de la que no se habla ni se escribe. De esta forma se sepulta la memoria, pasando de la indiferencia al olvido. Lo anterior representa no solo una problemática en términos del ejercicio de la memoria, sino que adicionalmente complica la posibilidad de esclarecer y encontrarse con la verdad, saber lo que exactamente ocurrió en el Internado Nacional Barros Arana.
Frente a los pactos de silencio que trascendieron con el pasar de los años, el investigador, además debe lidiar con la autocensura de aquellos que, por miedo, no son capaces de hablar. Esto se suma al hecho implacable de la muerte de aquellas personas que, por el paso del tiempo, van falleciendo y terminando toda posibilidad de contar esa historia, quedando restringida, oculta y alejándonos de la verdad histórica.
Entonces, ¿por qué recurrimos a ese pasado olvidado? Porque quizá ahí están las respuestas a nuestros problemas presentes. En el momento de redactar este artículo aún no se sabe nada sobre lo ocurrido dentro del Internado Nacional Barros Arana (INBA). Pretendemos realizar una investigación que nos permita conocer nuevos antecedentes respecto a este tema. Sin embargo, todavía no hemos podido esclarecer si hubo muertos dentro de las dependencias del Internado.
Distintos testimonios nos han hecho saber, sin embargo, que quien caía en el INBA terminaba fusilado en el Puente Bulnes (aledaño a la Quinta Normal) o en Barrancas (hoy casa de la cultura de Pudahuel). Es decir, pasar por el INBA era una sentencia de muerte.
Frente a la Quinta Normal, por calle Matucana, se ubica el Hospital San Juan de Dios, lugar desde el cual se detuvo a una decena de personas. Fueron interrogadas con el afán de encontrar armamento y personal pro gobierno de Salvador Allende. Luego, sin ningún juicio fueron sentenciadas a muerte. De ese grupo, Lucio Bagus Valenzuela sigue en condición de detenido desaparecido, es decir, forma parte de las 1.100 víctimas desaparecidas de la dictadura cívico-militar de Pinochet. Esta cifra contrasta con la que manejan organizaciones de Derechos Humanos en Chile, las cuales indican que el total asciende a 1.193 personas, aunque el sistema judicial chileno no ha sido capaz de acreditar este dato a través del llamado “modelo judicial”, vale la pena por un momento detenerse y empatizar con todas las familias que reclaman justicia y verdad hasta el día de hoy ¿Cómo es posible honrar a tus muertos sin siquiera tener una tumba donde ir a dejarle una flor? La dictadura arrebató a esas familias toda posibilidad de paz, justicia y reencuentro, poniendo en jaque el manoseado concepto de reconciliación nacional.
La Quinta fue profanada, utilizada como centro de detención y exterminio y esa acción fue corroyendo todo a su paso. Impregnó de horror un hospital y un establecimiento educacional, lugares donde la pretensión del estado ha de ser educar y salvar vidas. En esos lugares rondó la muerte y el descontrol militar. Pero ¿quiénes fueron los responsables? A efecto de este relato: el regimiento Yungay de San Felipe.
El regimiento Yungay de San Felipe fue responsable de una serie de crímenes horrendos durante los primeros años de la dictadura de Pinochet. Pretendemos hacernos cargo de desentrañar la estructura jerárquica del Regimiento, identificando a sus miembros y principales responsables en los crímenes del cura español Joan Alsina, del funcionario del hospital Lucio Bagus y el estudiante Pablo Aranda.
La detención y fusilamiento del cura Joan Alsina, de Lucio Bagus y Pablo Aranda se enmarcan en el primer periodo de la Dictadura, el de mayor represión. Joan Alsina y Lucio Bagus trabajaban en el Hospital San Juan de Dios cuando fueron detenidos. Pablo Aranda era estudiante y realizaba su práctica en dicho recinto. Las tres víctimas fueron asesinadas sin ser juzgadas, sacadas del Hospital, luego llevados al Internado Nacional Barros Arana. Muchos otros funcionarios del hospital fueron detenidos, torturados y fusilados. Alsina fue trasladado al puente Bulnes, donde fue fusilado por el conscripto Nelson Bañados, bajo la instrucción de su superior, capitán Mario Caraves. Aranda y Bagus terminaron en un descampado a la altura de calle San Pablo #7000.
La frase “mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón”, dicha por el cura Joan Alsina antes de morir, fue dada a conocer por su asesino, Nelson Bañados. Esto fue posible corroborarlo, gracias a que Miguel Jordá (sacerdote español y amigo de Joan) encontró al asesino, lo entrevistó y lo grabó después de 18 años de búsqueda.
¿Qué mueve a las familias para encontrar la verdad? ¿Su convicción? ¿Su fe? ¿El amor? Miguel Jordá inició un proceso largo de verdad y justicia; buscando pistas, recabando antecedentes que le permitieron encontrar a los asesinos de su amigo Joan Alsina. Las familias Aranda y Bagus, por otra parte, vivieron su propio calvario llegando a instancias internacionales en un grito de justicia.
El puente Bulnes, donde fue fusilado Joan Alsina, se convirtió en un lugar de peregrinaje y memoria luego de que se descubriera la verdad. Un espacio cotidiano que permanece impertérrito, silencioso y abandonado en un Santiago que avanza con un progreso relativo y preso de silencios cómplices. Espacio que ha sido vandalizado en innumerables ocasiones, la cruz instalada como memorial atentado con fuego, las caras de los detenidos desaparecidos profanadas, pintadas con verde y negro.
“Construir una memoria compartida es una utopía que tiene la virtud de mover a distintas generaciones, buscando reparar lo irreparable” (Yael Zaliasnik, “Memoriales vivos”, 2022) Esto representa el desafío del Chile actual. El memorial del Puente Bulnes fue reparado por la comunidad conocedora de esta historia, verdad impulsada por Miguel Jordá que simboliza el deseo más profundo de un país. Que esa plaza, ese puente y esa cruz representen lo que verdaderamente nunca más debe ocurrir en Chile y nuestra patria nunca debe olvidar.
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